sábado, diciembre 16, 2006

Fútbol para guapos

Es muy probable que el Torneo Apertura 2006 vaya a quedar marcado en el largo historial del Fútbol Argentino. Resulta que en tan sólo 19 fechas se han destacado sucesos demasiado trascendentales como para olvidarlos fácilmente. Los numerosos hechos de violencias en las tribunas, el apriete de los barra brava de Gimnasia, el mensaje mafioso de los Borrachos del Tablón, la inoperancia de los dirigentes con Grondona a la cabeza… Pero también estuvo el lado bueno del fútbol. El partido desempate entre los equipos que obtuvieron la mayor cantidad de puntos, como si fuese una final del viejo campeonato llamado Torneo Nacional.
Hubo también una clara distancia entre los actores (los protagonistas) que animan el fútbol. Los buenos y los malos. Los héroes y los villanos. Los que están en el medio apasionados por el juego y los que están apasionados por el dinero. Los que viven el fútbol como espectáculo, y los que viven el espectáculo como un negocio.
De un lado, Simeone, La Volpe, Russo, Alfaro, Leeb. Del otro, Ruggeri, Muñoz, Grondona, Macri, Passarella. Hubo ganadores y perdedores de los dos lados, aunque es discutible. Pero lo que es indiscutible es de qué lado se encuentran los unos y los otros.
Se me ocurre que los grandes ganadores y perdedores de este Torneo Apertura son el Cholo Simeone y el Cabezón Ruggeri, respectivamente. Ambos fueron jugadores símbolos de la Selección de los años 90. Jugadores que han sabido cosechar muchos e importantes logros futbolísticos. Seguramente gracias a ese espíritu luchador y combativo que los distinguía. Eso que algunos le llaman guapeza.
Sin embargo, la guapeza que exponen Simeone y Ruggeri no es la misma. Tienen conceptos de “guapos” muy diferentes. El Cholo es guapo porque asumió con grandeza hacerse cargo del plantel de Racing cuando el equipo se quedó sin DT, y con la misma grandeza se fue sin reproches del club de sus amores. Un guapo que se animó al desafío de Estudiantes y obtuvo su premio en el reconocimiento de media ciudad de La Plata. Y vale aclarar que el reconocimiento lo consiguió a fuerza de trabajo y voluntad, aún antes del título conseguido.
El Cabezón Ruggeri, en cambio, es un guapo que agarra el micrófono cuando los resultados le son favorables, o que enfrenta verbalmente (y no precisamente en un lenguaje ameno) a los periodistas cuando la mano viene cambiada. Un guapo que se resiste a renunciar porque eso significa perder dinero y “su negocio”, pero que cuando necesita ser promocionado para la Selección, (un cargo para el que sólo él se cree idóneo) poco le importa el respeto a sus colegas.
Por suerte esta vez el fútbol hizo justicia con los guapos.

sábado, diciembre 02, 2006

Si, Don Julio

Julio Humberto Grondona. Sinónimo de fútbol argentino. De este fútbol argentino de hoy, manchado de violencia, sobornos, corrupción, clubes en quiebra, barras bravas. Don Julio, como le llaman todos en la A.F.A. (o mejor dicho, “si, Don Julio”) es sinónimo de fútbol argentino tan sólo por ser desde el año 1979 el titular de la Asociación. En la pasada historia de la entidad, los mandatos más prolongados fueron los de Ricardo Aldao (con 7 años desde 1912 a 1917), Adrian Beccar Varela (8 años, entre 1920 y 1928) y Valentín E. Suárez (en dos períodos, 1949 a 1953 y 1966 a 1967). Ni siquiera la suma de los años de aquellos 3 ex presidentes al frente de la institución se aproxima a los al menos 28 años que Grondona alcanzará el año que viene cuando deba revalidar su escaño.
Desde su asunción, Don Julio ha sabido cosechar más amigos que enemigos. Ocasionalmente, ante algún chaparrón, aparecen ciertas críticas sobre su gestión. Pero todo pasa, como al hombre le gusta decir.

De la vereda de enfrente (o de su misma vereda), están los que hacen propio el discurso de J.H.G. Que durante su reinado se han obtenido importantísimos logros deportivos. ¿Y qué? ¿Acaso hubiese sido imposible obtenerlos sin su omnipresencia? Está claro que este es un argumento precario, débil.
En el trasfondo de su larga vida consagrada al fútbol, se esconde un evidente y a la vez misterioso negocio súper millonario. La asociación del fútbol es un organismo cuyos ingresos son extraordinarios. Se trata de un organismo superavitario, (incluso lo ha sido durante las grandes crisis económicas del país) de fascinante solidez financiera. Sin embargo, el estado de precariedad en el que se encuentran los clubes del fútbol argentino es prácticamente absoluto. Clubes endeudados y aparentemente olvidados, que deben acudir a formar sus planteles profesionales con juveniles de 17 o 18 años, que han de pagar, por supuesto, las maniobras turbias de los dirigentes de turno, y encomendarse a la aparición estelar de algún jugador que sea pretendido por los grandes ( y ni siquiera tan grandes) equipos de Europa para cerrar lo menos desequilibrado posible el balance contable del año.
El porqué de toda la trama se entiende perfectamente cuando leemos que el Presidente del Fútbol Argentino es elegido por el resto de los Presidentes de los clubes del Fútbol Argentino. Existe en estas esferas lo que podríamos llamar cadena de favores. Lamentablemente estos favores son siempre de índole personal. Don Julio cuenta con la mayoría absoluta de los electores, y los presidentes tienen vía libre para desempeñarse en el cargo en función de sus propias necesidades.
La otra historia, es la que vemos todos los días, las que vienen manchadas de violencia. Mucha violencia. Posiblemente sea consecuencia de la otra. Mientras tanto, Don Julio, se lava las manos, echa culpas a la justicia, a la policía, a la sociedad… y sigue insistiendo que todo pasa.

sábado, noviembre 11, 2006

Los menos malos

Esta semana en el comienzo de la jornada del viernes pasó algo no poco común para ese momento. En viaje en uno de los tantos colectivos que circulan por la Capital Federal, colgado del estribo de la puerta delantera, un hombre de unos aproximados 40 años le hurtaba el teléfono celular a una joven mujer que apenas superaría los veintitantos.
Ninguno de los presentes, ni la propia víctima, tuvimos una reacción en pos de detener la huída del ladrón. Ni un grito, ni una corrida, ni nada. Solamente los clásicos gestos y muecas de curiosidad e indignación.
Curiosidad que muchas veces se transforma en morbo cuando queremos ver o estar en las situaciones que son siempre poco felices o indeseables, pero ser partes de la primicia nos resulta una fascinación difícil de rechazar. E indignación, como sensación de impotencia, de bronca.
Uno o dos minutos más tarde, el viaje había vuelto a la normalidad. Los pasajeros se iban renovando, algunos subían, otros bajaban. Aunque seguramente muchos habrán seguido con el pensamiento del reciente suceso en la cabeza.
En mi caso, por ejemplo, la indignación fue haciéndose más débil que al comienzo. Imaginé que tal vez en ese momento el carterista se encontraba en una situación muy complicada, que se podría ver desesperado, que no encontraba la manera digna de ganarse la vida, y que lamentablemente no tenía más opción que el método que había utilizado.
Parado entonces en este supuesto, me propuse avanzar un poquito más. Y también pensé que es más indignante e indigna, la persona que opta por salir a robar con la ayuda de un arma (blanca o de fuego), o la que actúa mediante la toma de rehenes, o simplemente mediante el uso de la fuerza para sacar provecho de un robo. Métodos éstos que siempre le hacen pasar a la víctima momentos de angustiante incertidumbre y pánico, y por lo tanto, mucho menos deseables que los que practica el punga o carterista. Poco a poco, el villano de la película se iba transformando para mí en poco menos que un militante de la paz en el mundo.
No se trata este post, hacer un juicio moral ni tampoco una defensa del acto de un simple ladrón de celulares.
Todo lo que escribí hasta acá fue solamente una parte de mis reflexiones para concluir que tristemente por estos tiempos, nos hemos acostumbrado a optar por los menos malos. A la hora de elegir nos cuesta (o nos resulta imposible) hacerlo con convicciones, tomando una posición o un partido por alguien o algo. Sea lo que fuere que se trate. Candidatos políticos, periodistas, equipos de fútbol, programas de televisión.
Tal vez sea una de las tantas características de la posmodernidad: quedarse con los menos malos.

domingo, noviembre 05, 2006

Los trenes son argentinos



Al igual que las Malvinas, el tango, el mate, el colectivo, la birome, Santaolalla o Messi, los trenes son argentinos. O quizá sea mejor decir que son más argentinos que aquellos.
El estado de decadencia y deterioro de los trenes son la Argentina misma. Indudablemente se viaja como se vive. Y los pasajeros? Bien, gracias…
Al Estado argentino no le interesa y nunca le interesó. Tiene asuntos más importantes que resolver: hay que reactivar el consumo, atraer inversiones, trabajar para la próxima campaña, y si hay protestas o reclamos o se incendia algún tren se incrementan los subsidios a las privatizadas, se anuncian planes de obras de inversión pública, y los días pasan.



Los ferrocarriles argentinos fueron en el siglo XX un importantísimo motor de transformación y progreso en la sociedad. Dio lugar a la instalación y nacimiento de pueblos y localidades, al crecimiento del comercio y las comunicaciones. Es decir, que participó notablemente en la mejora de la calidad de vida de aquel entonces.
Sin embargo, desde hace unos cuantos años sufre una grave involución que parece no tener fin, causada en mayor medida por la falta de responsabilidad y desidia de quienes les tocó participar en la administración y gestión del servicio, sean estos públicos o privados. Privatizados allá por los años 90 con el objetivo de disminuir el gasto público y obtener ingresos frescos para el Estado, a la vez que el pasajero obtendría el beneficio de una empresa privatizada que administraría idóneamente los recursos y brindaría un servicio como Dios manda. Nada de eso ocurrió. El Estado paga hoy un subsidio mayor o igual al que incurría siendo el administrador de la empresa, y el pasajero? Bien, gracias…

sábado, noviembre 04, 2006

Riquelme, diez años de homenaje al fútbol




Román es un pibe normal. Sencillo, tímido, humilde, reservado, introvertido. De los miles o millones de pibes que existen en los barrios de la Argentina. Normal. Como vos, como cualquiera... de esos que se sienten cómodos en su propio hábitat, y que fuera de él no tanto, y hasta se los puede prejuzgar de aburridos.
Román nació y creció en un barrio precario de la localidad de San Fernando, en la zona norte del conurbano bonaerense. Hijo mayor, entre 11 hermanos, a quien la pelota le fue abriendo caminos en la vida. Iniciado en La Carpita, formado en Argentinos Juniors, empezó a ser parte de los negocios del futbol cuando llegó a Boca y dio su salto para jugar en Europa.
Por qué debería cambiar entonces este pibe sencillo, tímido, reservado, introvertido? Román es un tipo normal que tuvo que dejar de jugar a la pelota para empezar a jugar al futbol, llegando a ser ídolo incondicional para muchos, amargo y fracasado para otros tantos.
Román es un pibe normal, pero Riquelme es un futbolista diferente. Especial, cerebral, inteligente, líder. De los pocos que existen en su estilo en el futbol mundial. Como Rivaldo, como Zidane, como Valderrama... de esos que llevan el don de la genialidad, los que nos quieren hacer creer que jugar al futbol es simple, que como la pelota es redonda no tiene secretos, y nos enseñan que la astucia es un arma fatal para generar el desequilibrio.
Riquelme hace en una cancha lo que muy pocos jugadores saben hacer. Conduce a sus equipos optimizando recursos cuando fuera necesario, comprendiendo el juego y los movimientos de las fichas. Como en el juego de ajedrez sabe que existen diferentes estrategias para las distintas situaciones. Entonces Riquelme se las guarda secretamente para dar jaque mate en el momento y lugar indicados.
Juan Román Riquelme es un jugador de colección, que el próximo sábado 11 de noviembre cumple sus primeros 10 años en el futbol profesional. Diez años de homenaje al futbol.