El negocio del fútbol me da arcadas. Especialmente cuando la mercadería en cuestión son pibes que no han cumplido siquiera los 18 años. Esto pasa hace rato en el fútbol. Y no sólo en la Argentina.
Esta semana se conoció el caso Martín Acevedo. Un niño de 12 años que durante el receso de la actividad en la Argentina viajó a España a probar suerte en el Atlético de Madrid. Todo esto, por supuesto, sin que lo supiera Boca Juniors, su actual club.
Al parecer los españoles quedaron más que satisfechos con Martín. Incluso ya le han hecho una oferta para que fuera a vivir junto con su familia. De esta manera sus padres y hermanos podrían acceder a una mejor calidad de vida. “Lo que pasa es que allá en España seguro que vamos a estar mejor. Acá en verano pasamos calor y en invierno frío…”, declaró la madre.
Historias de estas aparecen cada vez más repetidas. Lamentablemente los clubes de fútbol piensan en el negocio y los ingresos únicamente. Y encuentran en la pobreza y las necesidades, las mejores ofertas.
Seguramente, como suele pasar, Boca Juniors - su dirigencia - a la brevedad pondrá el grito en el cielo, y reclamará ante la justicia un resarcimiento por daños y perjuicios por derechos de formación del futbolista (?). Simulará ser la víctima del juego y trasladará a Martín y su familia el rol de “desagradecidos”.
No obstante, no dejará de cumplir el mismo papel que ahora mismo cumple el club español. Seguirá buscando capturar en todo el país y el resto de Sudamérica, jóvenes promesas que signifiquen buenos retornos a sus audaces inversiones.
Lo que tan bien le sienta en estas latitudes, ser cabeza de león, no parece resultarle tan simpático cuando debe medirse con los poderosos económicos en el resto del mundo.
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